La derrota es como un abismo y nuestros miedos como un gran dragón.
Pobre el guerrero que lamenta su suerte ante la adversidad, y se hunde en aquel abismo, donde el dilema, es que el dragón nos ataca donde más nos duele, engañándonos con falsas esperanzas y le creemos, cuando este nos dice que permanezcamos a la espera de una mano amiga, que vendrá a rescatarnos y nos conformamos, esperando aquella salida que jamás llega, y este se burla en nuestra cara y nosotros le decimos: tienes razón, no valgo nada, no merezco ninguna ayuda; y nos hundimos cada vez más en aquel abismo de desesperanza y desolación.
La derrota es como un bosque desolado y nuestros miedos como una serpiente venenosa.
Pobre el guerrero que maldice su suerte, culpando a sus dioses, porque no hay nada peor que cuando aquella serpiente nos lanza una mirada que hipnotiza, te engaña haciéndote creer que la única salida está en el bosque encantado, y le creemos; internándonos en aquel mar de desolación; al no encontrar aquella salida, la serpiente acecha para embestirnos con fuerza, y nosotros nos perdemos en aquella jungla de agonía.
Pobres los que creemos al gran dragón y la serpiente sigilosa, porque estas nos atrapan en un infierno, y nosotros nos conformamos, sin poder ver ninguna salida, mientras nuestros sueños se hunden y agachamos la cabeza venerando a estos viles monstruos
Pobres de nosotros cuando llegue el día que tengamos que partir de este mundo, porque entonces ya no habrá marcha atrás, y antes que suceda, aparecen aquellos hostiles enemigos, y se burlaran en nuestra cara recordándonos:
“No pudisteis vencernos, sin embargo siempre hubo una salida, pero fue tan grande tu miedo que te disteis por vencido”
Cuantas veces en la vida nos pasa lo mismo, no entendemos que la vida está llena de derrotas y fracasos, que nos envuelven con dilemas y conflictos, hundiéndonos en una pesadilla sin salida, y no nos damos cuenta, que no existen tales monstruos y somos nosotros mismos, quienes creamos esos miedos; y cuando despertamos de aquella pesadilla, nos encontramos con que ya es demasiado tarde, nuestros sueños se desvanecen en el tiempo.
Cierto día, reflexionaba con la historia de un padre de familia, quien se preparaba para ver a su único hijo varón, pero el problema era; que este hombre, estando postrado en un camastro, luego que sufriera una enfermedad incurable y los doctores le informaran que quizás algún día volvería a caminar, sin poder asegurar nada, pero este padre, pensó que no podía mostrar debilidad ante su hijo.
El hijo se postro a su lado, con la mirada perdida, y la desilusión de no volver a contar con su padre, el hombre fuerte que siempre lo protegió, agachando la cabeza ante tal infortunio
Pero el padre le dijo estas palabras:
“Hijo mío, esto que me ha pasado, son solo pruebas de Dios, un hombre que no supera los obstáculos, es un hombre fracasado y yo te voy a demostrar que cuando uno tiene FE, puede superar cualquier adversidad”
Ante la mirada atónita de aquel hijo, el padre hizo un esfuerzo sobrenatural, logrando ponerse de pie, casi tambaleando, el hijo quiso ayudar a su padre, pero este rechazando cualquier ayuda, logro su objetivo, mirando con la cabeza en alto y dijo:
“Ves hijo mío, como si se puede, y yo te voy a demostrar que voy vencer esta prueba, y quiero que tú, mi único hijo varón, seas mi reemplazo y protejas a nuestra familia, como debe ser, mientras yo continuo con mi lucha; quiero que recuerdes, que no hay nada en esta vida que no tenga remedio, solo la muerte”.
Al cabo de seis meses, este padre se recuperó totalmente, dejando al hijo una gran lección, que la vida es un tanto caprichosa, que a veces estamos en el limbo, y nosotros debemos enfrentar cada situación; que razón tenía ese padre, uno no debería temer a tales pruebas, y ponerle buena cara.
La vida solo es un constante aprender y nosotros los seres humanos, estamos obligados a enfrentar todo tipo de situaciones, sin que nada ni nadie nos baje la moral, porque no hay victoria ni derrota, solo movimiento.
¡Buen Fin de Semana!